domingo, 6 de junio de 2010



¿En qué momento
te inundó su ausencia,
el olor a tierra baldía,
el temblor del vacío
en primera persona?

¿Cuándo sentiste
las notas desleídas de su voz
flotando en el polvo,
paradigmas del silencio inmisericorde?

Las paredes están solas,
las palpas, sonámbulo,
buscando el eco de los días soleados,
de una roja melena
que alimentaba tus dedos
y germinaba en los tallos de tu sudor.

Sólo una silla.
Una sola silla.
La mesa sin mantel,
el plato abandonado,
ser vivo que evidencia toda la desnudez,
la desnudez de tu desnudez.

También el vino abandonado,
el vino de viejos brindis
- ya viejos -
envueltos en las risas,
en las cómplices miradas,
preludio de juegos
que agrandaban tus pupilas
y enturbiaban tu razón.

¿Cómo se fue?
¿Envuelta en negro
siguiendo a las luciérnagas?
¿Vaciando tus paredes
y tus puertas y tus armarios
y las arcas de tus días?

Abandonándote.
Abandono.
Dejándote el rancio sabor
del desconsuelo
y el desconsuelo de la verdad.

¿En qué momento quedó tu mesa sin mantel
y se apagaron las paredes?
¿En qué exacto momento
el vino ya no te embriagó?

Esto se escribió después de empaparme
de este cuadro ( "Desolación" ) de
Pío César Robla, el mejor pintor del
silencio, de ese silencio donde
siempre palpita una historia.
También mi queridísimo amigo
con quien compartí "sanatas"
hace ya muchas lluvias.