jueves, 9 de septiembre de 2010

En largos pasillos de silencio
se funden, insonoras,
las voces que cantan
la luna azul
del entonces.

Crisol de marejadas,
de horizontes,
de audaz inocencia
que juega al disimulo de la obviedad
habitando mares,
trazando estelas de agua
que salpican
el miedo y la osadía
y que erizan pequeños senos de espuma
ajenos a la danza de lo real.

Crisol de horas,
marcadas para siempre
en algún reloj de la sangre,
de horas de un día,
en un lugar de la memoria
donde se resume toda una vida.

En largos pasillos de penumbras
se muerde el tiempo que fue.
Se conjura,
con la avidez del todavía,
con la gula del aún,
con la certeza del límite,
aquella luna de miel
aquella luna de agua
aquella luna de estelas
que habitaba mares sin fondo.