jueves, 9 de septiembre de 2010

En largos pasillos de silencio
se funden, insonoras,
las voces que cantan
la luna azul
del entonces.

Crisol de marejadas,
de horizontes,
de audaz inocencia
que juega al disimulo de la obviedad
habitando mares,
trazando estelas de agua
que salpican
el miedo y la osadía
y que erizan pequeños senos de espuma
ajenos a la danza de lo real.

Crisol de horas,
marcadas para siempre
en algún reloj de la sangre,
de horas de un día,
en un lugar de la memoria
donde se resume toda una vida.

En largos pasillos de penumbras
se muerde el tiempo que fue.
Se conjura,
con la avidez del todavía,
con la gula del aún,
con la certeza del límite,
aquella luna de miel
aquella luna de agua
aquella luna de estelas
que habitaba mares sin fondo.

domingo, 6 de junio de 2010



¿En qué momento
te inundó su ausencia,
el olor a tierra baldía,
el temblor del vacío
en primera persona?

¿Cuándo sentiste
las notas desleídas de su voz
flotando en el polvo,
paradigmas del silencio inmisericorde?

Las paredes están solas,
las palpas, sonámbulo,
buscando el eco de los días soleados,
de una roja melena
que alimentaba tus dedos
y germinaba en los tallos de tu sudor.

Sólo una silla.
Una sola silla.
La mesa sin mantel,
el plato abandonado,
ser vivo que evidencia toda la desnudez,
la desnudez de tu desnudez.

También el vino abandonado,
el vino de viejos brindis
- ya viejos -
envueltos en las risas,
en las cómplices miradas,
preludio de juegos
que agrandaban tus pupilas
y enturbiaban tu razón.

¿Cómo se fue?
¿Envuelta en negro
siguiendo a las luciérnagas?
¿Vaciando tus paredes
y tus puertas y tus armarios
y las arcas de tus días?

Abandonándote.
Abandono.
Dejándote el rancio sabor
del desconsuelo
y el desconsuelo de la verdad.

¿En qué momento quedó tu mesa sin mantel
y se apagaron las paredes?
¿En qué exacto momento
el vino ya no te embriagó?

Esto se escribió después de empaparme
de este cuadro ( "Desolación" ) de
Pío César Robla, el mejor pintor del
silencio, de ese silencio donde
siempre palpita una historia.
También mi queridísimo amigo
con quien compartí "sanatas"
hace ya muchas lluvias.

domingo, 25 de abril de 2010

Largamente te sueño,
por mis ríos subterráneos
y por las aristas de mi geografía
con los ojos despiertos
y con los recovecos dormidos
del recuerdo enquistado.

Te sueño en cada paso,
con la luz del alba
y con el color de las tardes.

Te sueño en cada gesto de mi memoria,
en cada gesto veo tu nombre
y con tu nombre
mi saliva se espesa
y se cierra mi garganta.

Tal es el efecto de tu nombre.

A veces te sueño vivo
paseando tu lacerante existencia,
tu esencia de otredad
inalcanzable y despojada.

Muerto te sueño a veces,
como moriste en mi boca
cuando los besos atormentados
me dijeron que habías muerto.

En cada momento te sueño.
Pero no te resucito.
Te prefiero en la certeza de la distancia,
en la necesidad de tu muerte.
Te quiero sabiéndote lejos
sin otra alternativa que el silencio,
sin otra perspectiva que tu sombra,
ajena y extraña.

No te resucito.
No.
Te sueño en la niebla de mis sueños
y en la música que quedó en mis oídos.

Así te sueño.

domingo, 11 de abril de 2010

Arrastrando cadenas andamos,
cadenas de perpetuas condenas
sólo por haber nacido.

Por la boca entreabierta y quieta
resbala una baba que huele a miedo
y a tiempo incontable
y a vómito negro, podrido.

Un dedo insidioso
nos señala,
nos marca con cruz de fuego
y nos llama por nuestros nombres.
Tú. Tú. Tú.
Nunca más. Nunca más. Nunca más.

Una sábana fría,
fría mortaja,
nos cubre mientras andamos
y nuestros huesos se quiebran, helados
y nuestras manos se retuercen, convulsas,
aferradas una a la otra
rezando plegarias a dios sabe qué dioses todopoderosos.

Un latido incesante en las sienes
nos rompe los tímpanos de la vida
y nuestras lenguas se desatan
en palabras que gritan,
en palabras que imploran,
en palabras que mueren siempre en silencio.

Un repentino anhelo de sueño nos invade,
de ese sueño que cierra los ojos
-inconsciencia-
y abre los del olvido.

Arrastrando la cadena perpetua,
condenados a vivir los ciclos
de esa imparable rueda que gira,
tú, tú, tú.
Toda tu culpa es haber nacido.

martes, 9 de marzo de 2010

Te cubriré de lilas
y de amapolas.
Te pintaré de azules
y te vestiré de hierba

Cuando vayas a caer.

Porque no te quiero muerto
ni te quiero quieto, mudo,
ni te quiero vencido.

No quiero tu tristeza
ni tu derrota
ni tu eterna melancolía.

No te quiero solo
ni quiero la sombra de tus ojos cansados.

No quiero tus heridas sangrantes,
ni tu cara vacía
ni tus labios secos
ni tu sonrisa perdida.

Te quiero de pie
Te quiero vivo
Te quiero azul
y verde hierba.

No eres el mar
ni el océano
ni un prado grande y limpio
ni un alto picacho
donde habiten las águilas.

Pero eres.
Tú eres. ¡Tantas cosas eres!

Eres el mar y el océano
y el picacho y el prado.

Sólo porque yo lo quiero
porque te pinto de azul
y te cubro de lilas.

Porque no te quiero solo y vencido.

Porque, si vas a caer,
ahí estaré.
Cerraré el abismo.

sábado, 20 de febrero de 2010

Tienes todos los nombres
con los que te nombran
mientras sueñan sobre tu cuerpo
otros cuerpos añorados.

Has pensado, incluso a veces,
que tu nombre ya no era,
que el silencio de sus sílabas
lo borró para siempre.

Callas tus palabras
mientras pronuncias aquellas
para las que te ofreces,
aquellas exigidas por quienes
se enredan en tus sábanas sin besos
con la premura de la media hora exacta.

Cierras los ojos
mientras amasan tus pechos
o empujan, sudorosos,
o vacían, jadeantes, su profundidad espesa.
Vives el urgente amor de compraventa
y cuentas las monedas
con la fuerza de tu rutina.

En algún momento
olvidaste lo que fuiste,
supiste lo que eras.
Porque eres lo que eres
aunque fueras lo que fueras.

Sólo cuando el tiempo es tuyo
y, callada, abres las ventanas,
crees oír en ocasiones la voz del viento
que trae el eco de tus palabras olvidadas,
que te acurruca, suave, en tus recuerdos dormidos,
que te lleva a ese lugar inviolado
que ya has dado por perdido.

Memoria.

Y a veces, también a veces,
cuando sólo habla el silencio,
crees sentir que ese viento generoso
te devuelve por un instante,
soplo de sombra,
tu nombre. Tu nombre de sal y de agua.
Tu nombre.
El tuyo.

martes, 26 de enero de 2010

No tardes.
Llégate porque te llamo.
Mi grito silencioso
es de urgencia contenida.

No tardes.
Ven porque te espero.
Si no vienes, si tú no llegas,
nunca más distinguiré
el blanco del negro,
la voz del silencio,
la alegría de la nada.
Y me envolverá la niebla,
la que acecha agazapada,
la que impide que mis pasos sean firmes.

No tardes.
Asómate a mis ojos,
enrédate en mi talle,
bríndame el calor de tu sonrisa,
paséate por mi piel,
saca de mí aquello que escondo.

Aparece ya,
en esta misma hora
y quédate en mi carne
que es alma a veces
y en mi alma
que necesita mi carne.

No tardes.
Aparece.
Llégate pronto, ahora.
Porque sin ti me asusta el amanecer
y me pesan las estaciones.

domingo, 17 de enero de 2010

Ahora,
cuando el atardecer es tempranero y sombrío,
cuando la vida incierta
ha borrado la sonrisa hermosa
y ha untado los ojos de cataratas prematuras.
Cuando vivir es pasar de puntillas
sobre campos de amapolas
y dejar la fuerza de tus huellas
sobre el betún del asfalto,
sobre las sombras de los muertos.

Cuando el aire es denso y opaco
y de las horas sólo queda el olor sin aroma
y los pasos se hacen lentos
y fatiga el peso de los hombros
y los labios te dicen que todavía, quizás todavía.
Todavía.
Torpe ilusión del desengaño.
¿Qué significas, todavía?

Ahora, cuando ya de todo
sólo quedan retazos
y la apisonadora arrasa
aplastando los brotes reverdecidos.

Ahora, cuando los días se suceden
como martilleos de herrero,
duros y monótonos
y el cielo no se abre
para esparcir su polvo de estrellas.

Cuando el sol asoma su brillo
para iluminar cicatrices.
Cuando quedan sólo retales,
retales de brocados que fueron hermosos.
Cuando del fuego vivo, embriagador y envolvente
sólo quedan rescoldos de ceniza.

Ahora,
ahora puedo recordar, llorando,
el perfume salvaje de la vida naciendo.


ZAXANAERCIS