martes, 8 de septiembre de 2009


Viniste conmigo
en cada kilómetro de carretera
árida de esparto.
Visitaste conmigo
las quebradas abruptas
de las minas centenarias.
Viste los faros que guían a los viajeros
coronando cimas de roca.
Sentiste el calor y el agua,
oliste a tierra desierta
y a mar salobre.
Te abrazaste tú también
al olivo milenario
cuyo tronco me atreví a besar.
Descansaste conmigo
en las horas de sol cegador
refugiados en el aire y la penumbra
de una habitación.
Me seguiste.
Probaste mi sequía y mis risas
mis silencios y mis palabras,
mi cuerpo empapado de sudor
o goteante de agua salada.
Me probaste. Me bebiste.
Viniste conmigo en cada kilómetro
de mi corto viaje.

1 comentario:

jimarino dijo...

Una vez más hs logrado que te siga, casi como el acompañante que sigue las quebradas abruptas o el que contempló el olivo milenario. He descansado contigo en las horas de sol cegador, y me he refugiado para probar tu cuerpo empapado de sudor en esa habitación.
Qué hermoso poema, y que fantástico modo de escribirlo, de seducirme, de expresar lo que sólo así es expresable. Ya echaba de menos algunas de tus palabras. Una maravilla, otra vez, Zaxanaercis...