sábado, 13 de junio de 2009

FRAGMENTOS



Una noche él descubre que ella mira a través de la seda negra. Que mira con los ojos cerrados. Que sin mirada mira. La despierta, le dice que tiene miedo de sus ojos. Ella dice que es de la seda negra de lo que tiene miedo, no de sus ojos. Y que además también tiene miedo de otra cosa. De todo. Quizá de eso.

M. Duras. "Los ojos azules pelo negro"



Qué tonto había sido. Cuantos problemas surgirían en los días, las semanas, los años siguientes. Pero también viví una sensación de ligereza, de optimismo, como si me hubiera quitado de encima un peso mortal. Desde que había alcanzado lo que llaman uso de razón hacía una cosa y pensaba otra porque el peso de las cosas parecía muy superior al de los pensamientos.

John Banville. "El libro de las pruebas"


Mientras comía las tajadas de plátano sentí que regresaban, una a una, mis viejas lealtades a la vida, al mundo depositario de nombres siempre renovados y a tres o cuatro seres cuya voz me alcanzaba por encima del tiempo y de mi incurable transhumancia.

No es todo lo que quería decirle. Ni siquiera he comenzado. Lo cual, desde luego, no importa. Con usted no es necesario decir las cosas porque ya las sabe desde antes, desde siempre.

Alvaro Mutis. "La nieve del almirante"


En el primer bar que encontrara convocaría a mis dioses tutelares, a los ciegos consejeros que sólo se presentan cuando alcanzamos ese estado de gracia que el vodka sabe dar con tan sabia e inexorable fidelidad. Allí estaba la respuesta salvadora, la otra orilla donde se pulen los símbolos y suceden las celebraciones que disuelven toda perplejidad y ahogan toda duda.

Alvaro Mutis. "Ilona llega con la lluvia"


La embarcación hace, para él como para tantos, las veces de útero, y el marinero se enduerme, confiado en que la mañana le traerá la luz radiante del invierno o la larga belleza de los matices del gris nuboso en la mar. Pero ahora, en la cálida oscuridad estremecida de la dársena, separado de la fría lluvia por una sobria seguridad, Thorn ha vuelto a dormirse.

Terminaré mi relato dejando caer que, al abrigo de un pantalán, y con la apacible serenidad del que permanece aislado por deseo propio o por la imposibilidad de cumplir sus deseos de compañía, el marino sueña en la felicidad que se escapó y la transforma en el lejano Himalaya y en sus pétreos mares infinitamente alejados del mar.

Antonio LLamas-Cánaves. "Lluvia en el Tibet" (Relato)

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